Anatomía de la Casta Improductiva
Un relato breve sobre la estirpe que puebla las diversas estancias de lo que yo llamo “La Megaestructura Inútil”
Cuando tienes ya el ojo algo entrenado, no resulta difícil localizarlos dentro del trasiego típico de cualquier gran ciudad (al menos, en la era pre-pandemia).
Puede ser ese pequeño grupo de hombres que almuerzan distendidamente en la terraza de un bar del centro. Puede ser esa mujer de mediana edad que camina rápida y discretamente con una gruesa carpeta bajo el brazo, en busca de su motocicleta aparcada. Puede ser ese señor bien trajeado que no para de hablar por teléfono en la sala VIP de una estación de ferrocarril o un aeropuerto.
Cabría deducir que los primeros son un equipo de intrépidos ingenieros de alguna empresa de electrotecnia. Que la segunda es un reputada abogada laboralista, o que el tercero es un arquitecto negociando un proyecto de construcción civil en el exterior.
Pero no.
Se trata de un equipo de informáticos que mantienen, o hacen acto de presencia en un puesto de trabajo donde hacen ver que mantienen un vetusto, complejo y disfuncional sistema de gestión de recaudación de impuestos. Se trata de una administrativa que arma Powerpoints y organiza actos solitarios y soporíferos para un organismo público simbólico y de carácter político. Se trata de un ex-cargo público, quizá un vice-consejero, que tras el respectivo cambio de turno electoral ha sido recolocado como gerente de algún consorcio público-privado intrascendente, y cuyo día a día consiste en expoliar el erario público en múltiples viajes para otros tantos almuerzos y reuniones ‘de trabajo’ inanes.
Algo tienen en común los tres perfiles observados. Les va bien. Tienen unas condiciones laborales raras: un puesto de trabajo estable en el sector público, un sueldo por encima de la media y un trabajo que no requiere grandes esfuerzos
Algo tienen en común los tres perfiles observados. Que les va bien. Todos y todas tienen unas condiciones laborales raras: un puesto de trabajo estable en el sector público, un sueldo por encima del promedio (o incluso muy por encima) a cambio de desepeñar unas tareas que no exigirían más de un 10% del esfuerzo y recursos para un empleado/a promedio en la empresa privada. Y todos/as realizan trabajos totalmente prescindibles, banales; y cuya contribución al PIB del país es despreciable, y su repercusión en la balanza comercial inexistente, cuando no directamente negativa.
Sin duda todos estos personajes contribuyen a la economía: son titulares de hermosas hipotecas y viajan puntualmente (de nuevo, en el paradigma pre-pandemia) cada verano a destinos exóticos. Es decir, consumen. Y el consumo siempre estimula una economía. Consumen a partir de los ingresos que les proporciona su empleo artificial, su cómoda silla incrustada en un diabólico sistema burocrático controlado por la lógica del juego político partidista, su puesto en esta gigantesca Megaestructura Inútil que devora los recursos de la población productiva a partir de impuestos, tasas, trabas, multas y demás mecanimos de latrocinio legal. Recursos con los que se alimenta de forma incremental esta Megaestructura, creando toda suerte de organismos, observatorios, agencias y negociados en los que instalarse cómodamente y medrar, asentados claro está sobre una montaña de agradecidos subalternos colocados al uso, y que constituyen no solamente una casta de estómagos agradecidos sino un eficaz cortafuegos contra posibles rebeliones ciudadanas.
Y de este modo, la Megaestructura Inútil no para de crecer a costa de parasitar a una menguante clase productiva, asfixiada por las restricciones, las tasas…
¿Que está todo corrupto? ¿Qué vivimos en un estado que no para de devorar dinero público para mantener una economía paralela basada en la producción de la Nuncanada? Sí, sí, pero claro, ya sabes… ¡gracias a éso me pude colocar en algo relativamente bueno, y puedo pagar el alquiler y el colegio de los críos! Es que ¡no veas lo difícil que están las cosas ahí fuera!
Así que, silencio.
Y de este modo, la Megaestructura Inútil no para de crecer a costa de parasitar a una menguante clase productiva, asfixiada por las restricciones, las tasas, la inoperancia de un sistema disfuncional, etc.
Obviamente, este modelo es insostenible a medio plazo. Lo que suceda cuando la insostenibilidad haga caer por su propio peso este lamentable castillo de naipes ¿alguien lo sabe?
Mientras tanto, bajo la lluvia de otoño, el que lleva quince días para hacer un Powerpoint que no verá casi nadie y que no contiene nada relevante, sale rápidamente a las 17 h por la puerta del palacio del organismo público en el que trabaja. Mañana se agobiará buscando una excusa para retrasar otros quince días la entrega del archivo.