El grito de Greta
Más allá de todo el ruido mediático generado a partir de las aventuras de la activista sueca Greta Thunberg ¿qué hay detrás de toda esta movida sobre el Cambio Climático?
Se abre el telón. El telón de la televisión y las redes sociales. Aparece una jovencita de aspecto recatado hablando al micrófono y ante las cámaras de televisión con un gesto inusualmente irritado, como si le acabaran de ofender en la escuela alguna compañera taimada. Grita, grita Greta y frunce el ceño, hace el ademán de llorar y mantiene durante todo su exordio un tono desafiante. Se cierra el telón (por ahora) ¿Cómo se llama la película?
La película podría llamarse perfectamente ‘El gran lío del cambio climático’ ya que, como todos los asuntos que copan el interés mediático en ésta la era de la discordia digital, levanta pasiones a favor y en contra.
Recupérese de la sensación de alerta, éste no será –pese a su título clickbaiter– otro artículo cargando las tintas a favor ni en contra de la célebre adolescente escandinava, ya sea por sus formas o por el fondo del mensaje que quiere transmitir; sino más bien un breve compendio de realidades acerca de los fenómenos físicos y socioeconómicos que componen el relato del denominado Cambio Climático (o Calentamiento Global), narrado desde un ánimo divulgador (que no vulgarizador) y una higiénica lejanía de cualquier discurso de corte político o moralizante. El objetivo es que los lectores dispongan de elementos de juicio fáciles de integrar en su acerbo, de modo que puedan enfrentarse a todo este ruido mediático con más y mejores herramientas de comprensión de cara a formarse una opinión, o a defenderse de una ajena, si fuera necesario.
*Aviso: si no tiene tiempo o desea ahorrarse 5 minutos de narrativa, vaya directamente al final del artículo, a partir de donde dice “RESUMEN…”
Para empezar, hay que aclarar las definiciones. Decir que estamos ante un cambio climático no es decir gran cosa, ya que el clima ha sido, es y será algo sometido a cambios constantes. Sería como hablar de “la evolución de la Tierra”, algo trivial e implícito. El clima cambia y lo hace en sus dos dimensiones y escalas fundamentales: el espacio y el tiempo. Existen cambios a nivel macro del clima global, en el microclima de una isla, o en un trozo de un continente (lo que se conoce como mesoscala). En el pasado remoto nuestro planeta ha transitado por largas (desde el punto de vista humano) eras glaciales que han afectado a gran parte de su superficie, por periodos de sequías o mini eras gélidos que han durado pocas décadas y que han afectado a zonas más concretas de la geografía en la historia más o menos reciente (como es el caso del mínimo de Maunder), o incluso modificaciones a nivel global cuyo efecto solo se notó durante algunos meses. Siendo así, si hablamos de cambio climático como algo urgente, catastrófico y motivo potencial de nuestra extinción como especie, estamos obligados a especificar la escala, en el espacio y en el tiempo, de dicho fenómeno. ¿Afectará este cambio climático particular a todo el planeta por igual? De ser así ¿cuánto se supone que durará?
¿Conoce la opinión pública estos dos datos fundamentales?
Todavía no se sabe con precisión la respuesta a estas preguntas, debido a la enorme complejidad de las dinámicas que determinan el comportamiento de la atmósfera terrestre y que se trata de la primera vez que nos enfrentamos a semejante problema. Todo parece indicar que este cambio climático en particular, que es global (escala espacial) y que consiste en un aumento (rápido, escala temporal) en la energía calorífica en el aire y los océanos tiene un origen en la actividad industrial de los humanos y que, en algunos aspectos puede llegar a ser irreversible, es decir, que no podemos afirmar si los efectos indeseados en la biosfera se podrían revertir en un periodo de tiempo que tuviera sentido desde el punto de vista humano.
Esto significa básicamente que hemos contribuido a adulterar la dinámica del clima a escala global, una formidable máquina termodinámica de funcionamiento delicado y que, una vez adulterada, es muy posible que perdamos el control sobre su evolución. Esto, obviamente, es muy grave. Sin embargo no es la primera vez que la humanidad se tiene que enfrentar a un cambio climático de estas proporciones, ya que existen otros factores capaces de alterar el clima cuyo control va más allá de los sueños más salvajes de la ciencia-ficción. Factores sobre todo astronómicos, como los ciclos de actividad solar o anomalías periódicas en la órbita de la Tierra, sin contar claro está con sucesos catastróficos, como pueden ser impactos de meteoritos como el que borró del mapa a los dinosaurios hace millones de años. Algunos trolls de corte trumpista utilizan esta información para intoxicar las redes sociales al negar las clamorosas evidencias sobre el origen antropogénico de este calentamiento global y difundir falacias, paparruchas y cierto negacionismo en forma de excepticismo conspiranoico.
Bueno, también nos ha tocado convivir con los terraplanistas ¿no?
Bien, tenemos delante un cambio climático a escala global, probablemente irreversible y que sucederá rápidamente (durante el marco de tiempo de una vida humana) ¿qué le sigue?
Le sigue conocer las consecuencias de ello. Aquí de nuevo hay que estar atento a las escalas, sobre todo la espacial ya que, aunque el cambio climático sí es global, los efectos son como una lotería cuyos macabros premios variarán dependiendo de la región del globo que habitemos. También de nuevo aquí entra en juego la ceremonia de la confusión ya que la atmósfera y los oceános, como sistemas complejos que son, están cuajaditos de paradojas.
Una vez más podremos leer de mano de nuestros amigos trumpistas que el aumento de la temperatura y del dióxido de carbono es algo positivo para el medio ambiente ya que en un planeta más cálido se evapora más agua de mar y que, claro, las plantas se “alimentan” de ese mismo CO2 en su fotosíntesis.
Más lluvia y más alimento para las plantas ¡un mundo más verde, yuju!
Aunque este silogismo simplificado no es erróneo per se, obviamente peca de ultra naïf al ignorar por completo todo los mecanismos complejos que se producen en la atmósfera y en la biosfera. Más evaporación no tiene por qué implicar más nubes o más lluvias. Puede incluso contribuir a reforzar el efecto del calentamiento global o hacer desaparecer la mayoría de las nubes. Sin embargo, como has podido leer, basta un argumento simplista pero bastante razonable de parte de un botarate para hacerte vacilar y ceder ante la tentación conspiranoica del asunto.
Una vez más a pesar de que nadie sabe a ciencia cierta y exactitud qué sucederá, qué fenómenos conllevará este cambio climático global, sí podemos quedarnos con una idea sencilla y certera sobre lo que, de hecho, ya está ocurriendo: todo se volverá algo más violento e inestable. La atmósfera terrestre es como un delicado y a la vez poderoso mecanismo donde muchos de sus parámetros de funcionamiento están finamente “tuneados” para mantener una serie de patrones estables en el tiempo, como pueden ser las corrientes oceánicas y las zonas ciclónicas y anticiclónicas que van danzando de un modo más o menos armonioso para generar toda la gama de fenómenos meteorológicos que observamos; como pueden ser las borrascas, los huracanes, las olas de calor, etc.
Una atmósfera más caliente dispone de más energía y genera más inestabilidad: tormentas más violentas, olas de calor más pronunciadas en el espacio y en el tiempo, itinerarios anómalos de grandes borrascas, vuelos en avión con más turbulencias, etc.
Pero ésto es únicamente aquello que afectaría a la atmósfera, al aire. Los océanos también se verían afectados. Es muy probable que hayas leído o escuchado que el nivel del mar se elevaría en unos cuantos centímetros (o incluso metros) en las próximas décadas debido fundamentalmente al deshielo de los polos. Lo cierto es que el aumento en el nivel del mar no se deberá en su mayor parte por ello, sino por algo más obvio: la propia expansión térmica del agua ya líquida al aumentar su temperatura. Además, muchas de las principales corrientes oceánicas, que actúan como una poderosa cinta transportadora de frío y calor por todo el planeta, podrían verse afectadas o incluso dejar de funcionar. Ésto alteraría numerosos climas a escala regional. Y ahí es donde viene el problema fundamental, sino el único, de todo este lío en el que nos hemos metido como especie: el colapso de los ecosistemas, de la biosfera.
Muy a menudo se emplea en las manifestaciones o en las declaraciones el poderoso lema “Salvar al planeta”. Se trata a todas luces de una construcción semánticamente desafortunada, básicamente porque incita al error. No hay ningún planeta que “salvar”. Es mucho más que probable que el planeta Tierra persista durante varios miles de millones años más a partir de hoy, con la humanidad (muy improbable) o sin ella (seguramente). Lo único que hay que salvar es la permanencia de nuestra especie, en caso de que queramos permanecer, claro está. Y ahí es donde tenemos el problema: nuestro hábitat, el único lugar donde podemos obtener nuestro sustento, está amenazado por causa de nuestra actividad, de nuestra misma existencia y modo de vida.
¿Por qué? En primer lugar por un argumento total y absolutamente irrefutable: porque nuestro ritmo de demanda y consumo de materias primas excederá pronto la propia capacidad del planeta de disponer de ellas. Punto. Fin de la discusión. No hay suficiente materia para fabricar todo lo que consumimos.
En segundo lugar, porque las condiciones de habitabilidad de la biosfera se pueden volver inviables para el ser humano: el calor o los fenómenos meteorológicos extremos nos obligarían a vivir en la Tierra en alguna suerte de cápsulas, como si fuésemos astronautas en un planeta hostil. Algo que, bueno, tampoco estamos tan lejos de ello, habida cuenta de lo uno puede encontrar al buscar vivienda en las grandes ciudades. Sin embargo, podríamos adaptarnos a una vida así, o a una existencia así, para ser más realistas.
Y finalmente en tercer lugar, porque el cambio climático habría deteriorado tanto los ecosistemas que habría culminado (con la inestimable ayuda de la polución tóxica y los problemas de la hiperdemanda de una hiperpoblación) una enésima extinción masiva de especies animales y vegetales, lo cual pondría en serio riesgo nuestra capacidad para alimentarnos de ellas, a pesar de todos los esfuerzos tecnológicos agrarios que se implanten para paliarlo.
EN RESUMEN, un decálogo:
- La especie humana se enfrenta al problema de su propia extinción debido al colapso irreversible de su hábitat a escala global
- Gran parte de ese colapso (¡pero no todo!) es debido a un cambio climático también global consistente en un calentamiento de la atmósfera
- Ese cambio climático es debido (fundamentalmente, quizá no al 100,0%) a la actividad industrial de la humanidad durante muchas décadas
- Las implicaciones morales del punto #3 están fuera del alcance de este artículo ;-)
- El colapso se debe no únicamente a este cambio climático concreto (ni siquiera mayormente a él) sino a la insostenibilidad intrínseca de la forma en que la humanidad ha necesitado consumir materia y energía para desarrollarse (la cual también ha provocado este cambio climático)
- La materia disponible en nuestro hábitat es muy limitada
- La energía de liberación explosiva disponible en nuestro hábitat es limitada o problemática. Por lo tanto,
- Para evitar nuestro colapso, hemos de basar nuestro desarrollo en la preservación de la materia y en energías no explosivas
- La manera de llegar a #8 es explotando el tercer recurso, la información ilimitada
- Mientras una porción muy mayoritaria de la población mundial no llegue a #8 y a #9, el colapso está garantizado en una escala de tiempo conmensurable con el tiempo de vida de una persona.
Dejo para futuros artículos el tema del colapso de la información. O quizás no…