Irene ha muerto ¡Viva Irene!
Renfe acaba de empezar una nueva etapa de remodelación de su web, en la que ha decidido aniquilar a un personaje épico: Irene (y Martín)
Renfe, la empresa nacional de ferrocarril en España, es célebre por varios motivos, a saber: su monopolio, los elevados precios de sus billetes en Alta Velocidad… pero, por encima de todo, es famosa por su página web, que ha sido durante largos años ejemplo y paradigma de la antiusabilidad.
Los estudiosos, diseñadores, docentes y demás yerbas dedicadas a la industria del UX/UI se han nutrido generosamente de la web de Renfe a la hora de poner contraejemplos, mostrar palas prácticas y, sobretodo, añadir toda clase de burlas y chascarrillos en sus comentarios y exposiciones.
No voy a entrar a comentar ni superficial ni pormenorizadamente la multitud de errores de usabilidad, o incluso de funcionamiento, de dicha web. Básicamente porque me llevaría una serie entera de artículos. En su lugar, quisiera dedicar un homenaje a la que ha sido la gran estrella en su User Interface.
En la enésima empresa de remodelación de su front, la web de Renfe ha introducido cambios sustanciales en su diseño, sobre todo en la home page. Entre otros, ha eliminado un apartado que durante muchos años tuvo un lugar destacado: el asistente virtual. Una especie de androide 3D creado mucho antes de la era de los chatbots, y que pretendía dar un rostro humanizado al usuario perdido y frustrado. Al inicio se trataba de un amable rostro femenino, bautizado como “Irene”, al cual se le sumó más tarde un compañero masculino, Martín.
Si uno clicaba en Irene, se abría una ventana del navegador aparte donde, a solas con ella, podías formularle toda clase de preguntas en lenguaje natural, mientras seguía el puntero del ratón como quien mira una mosca posarse en la nariz.
Como era de esperar, la asistente Irene no resultaba de gran utilidad práctica, y sus usuarios derivaron cada vez más hacia el inevitable gamberro que trata de obtener respuestas a inputs soeces. Con todo, ahí resistió Irene, sin envejecer, el paso de los años y las décadas. Hasta que ha sucumbido a la última revisión del front-end.
Sin embargo, no hay motivo para la nostalgia o el duelo: gracias al tradicional amor por la chapuza que tanto abunda por estas tierras, podemos seguir, de forma más o menos clandestina, disfrutando de un café a solas con Irene (o con Martín) donde volcar nuestras cuestiones insondables, nuestro vacío existencial.
¡Larga vida a Irena, la heroína del UX/UI patrio!