La Instalación Foránea: tu mente no es tu mente, es mi mente
La mejor manera de controlar algo o a alguien es regalarle tu mente, para que piense como tú. Eso es lo que hacen con casi todos nosotros.
Dentro del mundo de los parásitos del reino animal, existe una categoría bastante creepy: los que, en lugar de simplemente nutrirse de sus presas, vivas o muertas, controlan su cerebro para hacerlas trabajar intensamente en favor del depredador.
Un ejemplo podría ser el de la avispa Esmeralda. Este insecto ataca especialmente a las cucarachas, aguijoneándolas en su sistema nervioso para paralizarlas primero y posteriormente convertirlas en un bicho apático que obedece sin rechistar a la avispa y camina plácidamente hasta su nido, donde es enterrada con piedrecitas para protegerla de otros posibles depredadores mientras un huevo de avispa le es inyectado en el abdomen. Este huevo se transforma en una larva que devora poco a poco y desde dentro a la cucaracha, que todo el tiempo permanece viva pero totalmente abducida. De este modo, la larva puede, durante días, alimentarse de una carne fresca en lugar de los restos de una cucaracha muerta.
La avispa esmeralda reemplaza la mente de la cucaracha por otra que vive y trabaja únicamente para sus intereses.
De un modo similar, la práctica totalidad de nosotros salimos cada día al mundo actuando teóricamente en busca de nuestro sustento o beneficio, cuando en realidad estamos siendo como cucarachas entregadas con docilidad, incluso a veces con esmero y entusiasmo, a intereses ajenos.
Uno de los conceptos que aparecen en los libros del célebre antropólogo americano Carlos Castaneda basados en las tradiciones de los brujos del México antiguo es la idea de la Mente Foránea o Instalación Foránea. Según esta idea, existen en el universo unos seres no pertenecientes a la realidad ordinaria, que actúan como depredadores de energía psíquica, y cuyas presas favoritas son los seres humanos. También según esta tradición y la interpretación transcrita que Castaneda comenta en sus obras, los humanos somos una poderosa fuente de esta energía sobre todo cuando somos presa de nuestras emociones más intensas. Es entonces que estos seres oscuros nos parasitan y se nutren de ella.
Para poder hacer su tarea de depredación más eficiente, los depredadores idearon una estrategia muy perspicaz: nos regalaron su mente. Según los brujos de la sabiduría tolteca, los seres humanos somos entidades mágicas con una naturaleza enormemente poderosa, que espanta de por sí a los depredadores de energía. Sin embargo, éstos nos atraen con espejismos y una vez vulnerables, nos regalan su mente, que es oscura y barroca, y que nos conduce hacia el caos vital donde las emociones se descontrolan y surgen la ira, la pena, la rabia y la desesperación.
Es en ese estado cuando los depredadores malévolos pueden nutrirse y dejarnos en un estado de debilidad de espíritu, pero no lo suficiente como para dejarnos muertos, sino todavía con un álito de esperanza para que podamos volver a recargarnos de energía y una vez ahí regresar al caos, al desastre para abrir la puerta a una nueva ronda de nutrición energética. Unas cucarachas en manos de avispas esmeralda de manera perenne.
Independientemente de la veracidad de este mito tolteca y la interpretación literaria de Castaneda, podemos pensar acerca de esta idea. ¿Mi mente es mi mente, o es algo que me han instalado desde fuera para que obedezca una función vital ajena a mi esencia o a mis intereses?
En estos tiempos podemos observar como cada vez son más y más densos los mensajes que nos bombardean por todos lados acerca de cómo encontrar una supuesta felicidad basada no se sabe muy bien en qué, mientras en paralelo la infelicidad no para de crecer, y con ella el consumo de todo tipo de fármacos para recuperarla artificial y temporalmente. Todo ello en un contexto global de crecimiento de la desigualdad, la precariedad y sobre todo, de deterioro del entorno natural. Vivimos perdidos en una mayor y mayor incertidumbre, en una creciente ansiedad y vacío vital.
¿Mi mente es mi mente, o es algo que me han instalado desde fuera para que obedezca una función vital ajena a mi esencia o a mis intereses?
¿A qué nos puede sonar todo esto? ¿Quién nos está regalando su mente para que veamos el mundo según su mismo prisma decadente y actuemos según las pautas de dicha mente?
Quizá estemos ante la operación de Instalación Foránea de mayor escala jamás conocida en la historia de la humanidad. En la literatura New Age se habla constantemente de un fenómeno etiquetado como el Despertar de la Conciencia como algo opuesto al predominio de la Mente Foránea. Paradójicamente, es en dentro de este submundo de tendencias caóticas donde más muestras de la presencia y actuación de la Instalación Foránea podemos encontrar, con la inestimable colaboración de un ejército de coachs capacitados para hacer de nosotros unas lustrosas cucarachas.
Curiosamente, en algunas de sus célebres charlas, uno de los pensadores más influyentes de la contracultura psicodélica del S.XX, Terence McKenna, relataba sus viajes usando diferentes sustancias enteógenas, como el LSD, la psilocibina y sobre todo el DMT (la más poderosa de todas). En los relatos de esos viajes, McKenna describe una especie de universo paralelo, una realidad aparte consistente y persistente (es decir, no una mera alucinación distorsionada de la realidad ordinaria) que se podía visitar y explorar usando estas sustancias químicas psicoactivas.
En dichos universos, un denominador común y habitual (constatado por numerosos psiconautas) era la existencia de seres multidimensionales que se comunicaban telepáticamente con el viajero, y que sobre todo se mostraban altamente interesados no por sus ideas si no por sus emociones. Es como si los supuestos extraterrestres más avanzados que vienen a visitarnos no lo hicieran en platillos voladores de metal sino en forma de imágenes mentales fantásticas a las cuales les importa un pimiento nuestra cultura o tecnología, pero sin embargo les interesa mucho nuestras emociones. ¿Podría estar esto relacionado con el mito de la Instalación Foránea y los depredadores oscuros que buscan nutrirse de nuestra energía psíquica?
Sea como fuere, la idea de que nuestro cerebro esté realmente trabajando según el dictado de un software instalado desde el exterior me parece sumamente interesante como punto de partida para la reflexión.
¿Qué porcentaje de nuestros pensamientos y acciones dimana realmente de nuestro ser, de nuestros anhelos más auténticos, y qué porcentaje procede de deseos, miedos e ideas estrambóticas inyectadas desde el bombardeo externo y constante?
Existen ciertos esquemas culturales que se graban en nuestra mente de manera persistente. Esquemas que nos descargan de energía vital como individuos mientras siembran la división en las sociedades. Si podemos identificarlos a la vez que sus orígenes y turbias intenciones, habremos desvelado la auténtica Instalación Foránea. Solo entonces podemos estar en condiciones de elaborar una estrategia para sacudírnosla de encima y constuirnos a nosotros mismos primero como individuos íntegros y posteriormente como sociedades consistentes, vacunadas contra las fugas de energía y contra su propia destrucción.
Sociedades de cucarachas felices y libres de avispas esmeralda.