Taxonomía del Mediocre
La Mediocridad ha pasado en los últimos tiempos de ser una mera etiqueta estadística a afianzarse como toda una categoría ontológica y patológica per se, como todo un estilo de vida. ¿Qué rasgos definen al mediocre patológico?
Hace ya algunos años, diseccioné en otro artículo la figura del patán, la lacra de la Patanería. Sin embargo ¿qué decir de los mediocres? ¿coinciden con los patanes? No del todo.
En un stricto sensu, decir que alguien es mediocre es proporcionar muy poca información acerca de ella. Por definición, lo más probable es que todos los que lean este artículo —además del autor— sean unos mediocres, es decir, personas que puedan ser fácilmente clasificadas, sea cual sea la clasificación, en un intervalo intermedio de desempeño: ni muy bajitas ni muy altas, ni muy inteligentes ni muy estúpidas, ni muy extrovertidas ni muy introvertidas, etc.
Pero al igual que no es lo mismo ignorar cosas que ser un Ignorante con todas las letras, de férrea militancia; lo mismo sucede con la Mediocridad, algo que merece por méritos propios ser una categoría ontológica por sí misma.
Ser mediocre es todo un estilo de vida o, diría más, una opción de vida. Si se nace o se hace es algo que desconozco. Posiblemente sea el fruto de una compleja interacción entre lo genético, lo cultural y lo aprendido. Al igual que seguramente todos conocemos a personas brillantes, también conoceremos a su némesis, los mediocres, que no los malos (que solo serían sus polos opuestos).
Ser mediocre es todo un estilo de vida o, diría más, una opción de vida.
Pero vayamos a la disección del asunto ¿Cuáles serían las características de la figura del mediocre, del mediocre militante, patológico, persistente? Veamos qué nos rebela el bisturí:
- Fobia a la innovación: solamente existe algo que provoque más miedo en el mediocre que la improvisación, y eso es la innovación. La esencia de la mediocridad consiste en la conservación ad aeternum de los patrones conocidos, de las costumbres establecidas, de los horarios inamovibles, de los métodos rígidos. Añadir algo extra para llegar a hacer más cosas, pensar en cómo reformar algo existente para que funcione mejor, etc es visto como algo abominable por parte del mediocre, algo que hay que evitar a toda costa
- Descargo de culpabilidad: cuando algo sale mal, o puede salir mal, nunca nunca nunca es por ninguna causa atribuible al mediocre; que siempre descargará cualquier sombra de culpabilidad en cualquier agente exterior que se encuentre a mano, en cualquier víctima propiciatoria que pase por ahí, a saber: el jefe que es un tirano, el sistema que no me deja hacer ésto o aquello, los compañeros que son unos insolidarios, mi pareja que no me comprende, la sociedad que es un asco, etc. Siempre que pueda existir la posibilidad remota que un foco apunte, por el motivo que sea, hacia el mediocre, éste se apresurará a abalanzarse sobre él para girarlo 180 grados hacia otro punto de despiste. Así, fruto de sus lógicas y esperables torpezas, una tercera persona puede salir perjudicada en algún aspecto. Si eso ocurre, el mediocre, a diferencia del patán (que no es consciente del perjuicio que genera) detecta una posible amenaza y buscará hábilmente una distracción, una cabeza de turco, algún depósito de culpa al que recurrir y avisar a su víctima de manera anticipada. Lo que sea con tal que se desvele que fue su incompetencia —disculpable o no— el origen del perjuicio.
- Incapacidad para improvisar: debido justamente a su fobia a la novedad, el mediocre carece de recursos para improvisar soluciones creativas a problemas cotidianos. Es por eso que trazará hábiles y sofisticados planes para evitar que se produzcan situaciones donde haya que recurrir a ella. Si no fuera posible debido al complejo azar de lo cotidiano; el mediocre pasará, previos segundos de titubeo y nerviosismo, al punto #2, echando la culpa del impasse a algún agente externo, esencial o circunstancial (“es que esto no se puede hacer”, “ahora mismo el sistema no funciona”, etc). Responder con un “no lo sé”, aunque no es para nada descartable en el caso del mediocre (en el patán es menos probable), casi siempre suele ir acompañada de un “esto lo sabrá ………………..”, que es una variante del punto #2.
- Estética discreta: el mediocre, al considerar cualquier posición que pudiera resultar destacable como una amenaza, decide cuidar en extremo su aspecto para lucir impecablemente invisible, no sea que un detalle creativo en su vestir, o en su peinado, le lleve a algún tipo de significación pública que derive en dar explicaciones o ser recordado por alguien. Pasar desapercibido, hacer siempre lo mismo y que nadie se atreva a modificar ni un milímetro su hábitat es el sancta sanctorum del mediocre patológico.
- Focalización en los extremos negativos: vivir agazapado, casi camuflado, en el centro de lo intermedio, es la esencia de la mediocridad. El mediocre, desde ese refugio inexpugnable (nadie quiere ir de vacaciones a una calle normal de un barrio normal) observa atentamente los extremos, las colas de la campana de Gauss social. En un extremo están los brillantes, esos seres exóticos, inalcanzables, peligrosos… cuya existencia se detesta pero que por otro lado es necesaria para la propia supervivencia del mediocre. En el otro extremo están los malos, los desastrosos, los que cometen errores. Éstos otros también son necesarios para la supervivencia del mediocre al ser sus chivos expiatorios favoritos, pero además son también el casi único tema de conversación que saca a la palestra el mediocre en sus reuniones sociales: mientras más se hable del que cayó, mientras comente con más escarnio y sorna al errado; más difuminada se hará mi presencia, menos probable será que el resto repare en mi lamentable, improductiva y parasitaria mediocridad. Por eso el mediocre encuentra un goce especial en desahogarse criticando al pobre diablo que tuvo alguna desgracia o algún tropiezo circunstancial.
Seguramente has podido identificar varios de estos rasgos en personas con las cuales te has cruzado alguna vez, o incluso en personas de tu entorno. Son un perfil de sujetos de lo más deprimente pero que podrían tener sus horas contadas a medida que su función social vaya siendo irremediablemente reemplazada por algoritmos. Está por ver cuál será el recurso que emplearán para conseguir su supervivencia. Darwin lo observaría con mucho interés…